No se si hay palabra que lo defina.
Sólo se que eres la persona más digna, más justa, más tierna y más realista que he conocido.
Sólo se que tu presencia y tu cercanía resultan para mi, un alivio, como el niño que se acurruca en una cama segura, bajo techo y con la tenue luz de una lámpara veladora.
Sos testigo de mi existencia y de mi esfuerzo, de mis virtudes y defectos.
Tus virtudes son tan fuertes como tus convicciones, y tus defectos son irrisorios comparados con los míos.
Eres testigo de mi lucha contra el que solía ser.
Eres la única persona que me ha apoyado lo suficiente en esta lucha.
Quiero estar cerca de ti para siempre.
No se si nos tocará morir no se si existe el espíritu separado del cuerpo, pero si así fuese siempre estaré cerca por si las dudas.
Se que me iré antes, los hombres nos vamos antes casi siempre. Y lo que quede de mi serán los recuerdos, ese entramado de neuronas conectadas entre sí en los cerebros de quienes lo han conocido a uno, y los objetos que evoquen los momento compartidos.
Gracias por la hija que nos dimos el gusto de traer al mundo, a este mundo cansado que requiere gente joven. Ella engrosará las filas de los que viven en el mundo de la realidad.
Por eso, compañera, siempre voy a quererte, y de vez en cundo volveré a enamorarme de ti como si fuésemos nuevamente jóvenes de veinteytantos años.
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