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Aprendiendo todos los días, compartiendo opiniones y conclusiones de vez en cuando.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Castillos en el Aire.






La mente humana me sigue sorprendiendo.

Las personas pueden idealizar y construir una realidad ficticia alrededor de cualquier persona, objeto o suceso en el que deposita un exceso de espectativas buenas o malas, que va transformandose en el tiempo.

A menudo ese fenómeno se da alrededor de un suceso que no se concreta o un conocimiento acerca de una realidad cuya concreción no se conoce.

Alguien puede por ejemplo construir una ilusión alrededor de otra persona a medida que la va tratando, en forma superficial, uno le agrega piezas imaginarias al rompecabezas porque no tiene las verdaderas.

Ese alguien puede idealizar la persona y construirse una persona en su mente, que tiene el mismo nombre y el mismo cuerpo que la persona real, pero que es distinta dentro de nuestra cabeza en todo lo demás.

Se pierde el contacto con esa persona.

Eventualmente la persona ilusa vuelve a saber de ese ser ya completamente ideal y desconocido.

Y la ilusión puede agrandarse y alejarse de la persona real, en ese mundo que todos llevamos del lado de adentro de nuestro craneo.
 
El o ella busca de alguna forma el reencuentro.

Pero agazapada, como esperando tras un árbol con un balde de agua fría se encuentra la realidad.

Y el encuentro deriva en un intercambio de palabras muy correctas, muy diplomáticas, como si conversar fuera habitual entre ellos.

El breve pantallazo de realidad cargado de espectativas erróneas finaliza.

La persona que construyó esa idealización queda procesando cada detalle de la conversación.

Ocurre el contacto con la realidad real, valga la redundancia.

Es allí donde toda aquella creación imaginaria, le devuelve su humanidad real a aquella otra persona,
Es allí donde vuelven a perderse las piezas faltantes del rompecabezas y es allí también donde la persona ilusa se da cuenta que desperdició tiempo, energías y atención a una quimera. Miles de conexiones neuronales que deberán ser desechadas, que quedarán archivadas como errores cometidos.

Una sola frase, una sola palabra dicha , un solo detalle que se presente en ese encuentro con lo real es capaz de tirar abajo de golpe todo esa cascara cuyo material son ideas de una realidad posible pero ficticia.

Luego, más alivianada , la persona idealizante suelta una cuerda que aferraba hasta hoy por el miedo a asumir lo que duele.

La cuerda libera de un gran peso al ser soltada. Al cabo de un tiempo llega la paz , pero al principio la cuerda sigue escurriéndose por las manos manos mentales y dejando heridas a su paso que pronto sanarán.

Pero estos artificios mentales no solo suelen construirse alrededor de una persona sino alrededor de cualquier suceso que podría haber sido o que puede llegar a acontecer en el futuro: un título profesional, un casamiento , una migración a otro país, un regreso al propio país son ejemplos de aquello que siendo real o posible, se ve envuelto por la construcción mental de la idealización.

Hay que tener cuidado con los castillos que uno construye en el aire, pues si se caen dejan un hueco en la mente,  que hay que comenzar a llenar con la vida misma, a menos que , mediante voluntad , esfuerzo y paciencia construyamos los cimientos que le faltan debajo.

Esa caída es una muerte y un renacer, es un gran tropiezo con el que la vida nos desafía para fortalecer nuestro carácter y volvernos más consciente del momento presente y mas dueños de nosotros mismos.


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